Durante la infancia y adolescencia las necesidades y cómo expresamos lo que sentimos se realiza de forma diferente a como lo hacemos en la edad adulta. Está demostrado que los primeros años de vida son cruciales a nivel emocional y serán la base de la salud emocioal o del desarrollo de ciertos problemas de conducta, sociabilidad e incluso procesos continuos de enfermedades somáticas.
Por ello es importante prestar atención cuando el niño o adolescente presenta un carácter continuamente irritable, problemas para dormir, pesadillas, inquietud, malestar físico ante determinadas situaciones, desobediencia…
En determinadas ocasiones, unas pequeñas pautas y ayudar a los padres a entender porqué tienen esas conductas y qué hacer ante ellas, es básico para mejorar la relación con sus hijos y les ayuda a crecer emocionalmente de manera sana y equilibrada.
Las principales áreas de trabajo son: Problemas de comportamiento, miedos, procesos de separación y de duelo por pérdidas, adaptación, estrés, conflictos familiares, mejora de la autoestima …
No se trabaja con trastornos del desarrollo, trastornos neurológicos como el THDA, TEA (espectro autista).
Es importante aprender a integrar los sucesos que nos van ocurriendo a lo largo de nuestra vida, adaptarnos a nuestro entorno, sacar lo mejor de nosotros, aprender a canalizar las emociones que nos llevan a un estado de insatisfacción, enfado, miedo o «parálisis». En definitiva, aprender a vivir de forma sana y positiva. Cualquier momento es bueno para decidir querer mejorar, aprender y disfrutar de la Vida.
– Alteración del estado de ánimo, estrés, traumas, miedos, fobias…
– Relaciones sociales (familiares, laborales, pareja, amistades…)
– Falta de motivación, tristeza, pérdidas, duelos.
– Cambios vitales y procesos de adaptación.
– Pareja: comunicación, insatisfacción sexual, hijos, embarazo, infidelidad, separación…
– Mejora de la Autoestima.
– Habilidades sociales y de comunicación.
– Entrenamiento Emocional.
– Procesos Somáticos. Tensiones y alteraciones físicas mantenidas o como consecuencia de estados emocionales: cefaleas tensionales, insomnio, SPM, autoinmunes, psoriasis, colon irritable, problemas gástricos, tensiones musculares… previo descarte de los profesionales especializados en cada área de otras patologías subyacentes.